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Pero, ¿cuál es nuestra normalidad y esta normalidad nos ha apoyado realmente en nuestro bien-estar?
El COVID-19 ha hecho mella en nuestras vidas de múltiples maneras, hayamos tenido el virus en nuestro cuerpo o no.
Parte de lo que hasta hace poco considerábamos como algo ´normal´ (y que considerábamos como algo bueno) puede que ya no vuelva a serlo.
También, se descubrió que parte de lo que considerábamos como algo ´normal´ (y que considerábamos como algo bueno), en realidad no era tan bueno como creíamos en relación a nuestra salud y nuestro bien-estar. Ahora observamos más y no vamos tanto en piloto automático como antes.
Por otra parte, nos dimos cuenta que parte de lo que considerábamos como algo ´normal´ en realidad es malo en relación a nuestra salud y nuestro bien-estar y mejor dejarlo atrás.
Sabemos que no todo cambiará. Hay cosas que también entraban dentro de lo que considerábamos ´normal´ que prometen seguir presente en nuestras vidas, para bien o para mal.
Si bien las experiencias personales pueden no ser totalmente comparables, todos y todas estamos en los albores de una ´nueva normalidad´; una combinación todavía por construirse entre lo ´nuevo´ y lo ´viejo´. No sabemos todavía la naturaleza exacta de lo que de aquí en adelante llamaremos lo ´normal´ en nuestras vidas.
El COVID-19 ha dejado a las claras que no afecta por igual a todas las personas y que el estilo de vida (construido sobre lo que consideramos como ´normal´) es clave por el impacto que éste tiene sobre nuestros cuerpos y su capacidad de salir indemne o no de esta pandemia.
La epidemia ha también dejado claro que no podemos confiar en que el sistema de salud podrá hacerse cargo de todo lo que se le presente y que es responsabilidad de cada quien hacer lo que está en sus manos para estar bien.
El futuro está todavía por escribirse. El que se escribirá depende de lo que nosotros/as le aportemos. Es importante detenerse por un momento y re-evaluar a qué decimos que si y a que mejor decir que no y apostar decididamente por aquellas cosas que redundan en nuestro verdadero bien-estar.
La vuelta a ´la normalidad´ nos llama a discernir entre lo que nos hace bien y nos ayuda y lo que no, a elegir una ‘nueva normalidad’ en la que abunden las primeras y carezca de las segundas.
Cuando centramos nuestra atención sobre el verdadero bien-estar (por lo tanto sobre nuestros propios cuerpos y sobre cómo estamos en ellos), adoptamos una nueva vara para reevaluar lo que de ahora en más vamos a aceptar como ´lo normal´ y adoptaremos como tal y lo que quedará en el camino.
Este es un tiempo de cambio y también de oportunidad si estamos dispuestos/as a decidir la naturaleza de la normalidad a la que aspiramos.
But what is our normal and has it supported us in our well-being?
COVID-19 has made its mark on our lives in multiple ways, whether we have had the virus in our bodies or not.
Some of what we used to consider 'normal' (and what we considered good) may not be so anymore.
Also, it was discovered that some of what we thought of as 'normal' (and what we thought of as good) was actually not as good as we thought it was in relation to our health and well-being. Now, we are learning both to observe more and to let go our tendency to act in automatic pilot.
On the other hand, we have realised that some of what we thought of as 'normal' is actually bad in relation to our health and well-being and is better to leave it behind.
We also know that not everything changes. Other things that were also within what we considered 'normal' promise to remain present in our lives, for better or for worse.
While personal experiences may not be entirely comparable, we are all at the dawn of a 'new normal'; a combination yet to be built between the 'new' and the 'old'. We do not yet know the exact nature of what we will henceforth call the 'normal' in our lives.
The COVID-19 has made it clear that it does not affect all people equally and that lifestyle (built on what we consider 'normal') is key to the impact it has on our bodies and their ability to emerge unscathed from this pandemic.
The epidemic has also made it clear that we cannot rely on the health system to take care of everything that comes its way and that it is everyone's responsibility to do what they can to stay well.
The future is yet to be written. What will be written depends on what we bring to it. It is important to stop for a moment and re-evaluate what we are saying yes to and what we should better say no to and make a firm commitment to those things that are for our true well-being.
The return to 'normality' calls us to discern between what is good for us and helps us and what is not, to choose a 'new normality' in which the former abounds and the latter is lacking.
When we focus our attention on true well-being (therefore on our own bodies and how we are in them), we adopt a new rod to re-evaluate what we will henceforth accept as 'normal' and adopt as such and what will be left behind.
This is a time of change and also of opportunity if we are willing to decide the nature of the normality to which we aspire.
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